Beso, abrazo, consejo, regalo, hasta un regaño, todo hubiese sonado mejor que: "Te voy a dar un coñazo". Esa expresión retumbó esta mañana en mis oídos cuando estaba desayunando, y quiero destacar que desayunaba en el restaurant de un hotel, uno de los mejores hoteles de la ciudad de Caracas, donde esperamos que la gente que se hospeda al menos sea educada.
Esta pequeña introducción no es sino para que imaginen la situación: gente comiendo con la tranquilidad de un fin de semana, y de pronto una mujer finalizando sus treintas, grita a todo pulmón a su hija de unos ocho años:
-"Te voy a dar un coñazo"
Así sin el más mínimo reparo, pena o vergüenza frente a todos los que ahí estábamos, agarró a la niña por el brazo y la sacudió fuertemente. En mi casa nunca me enseñaron a los golpes, ni a las palabras cargadas de ira, que sé, bien pueden doler aún más. El maltrato es algo que no tengo codificado en mis principios.
Qué hizo la niña para merecer ese grito, que no sólo es un maltrato verbal sino que vino acompañado por un brusco y exagerado acto físico, y que también la expone públicamente a una situación vergonzosa, no importa. Nada justifica el acto de esta madre, que airada se paró luego de la mesa y siguió sirviendo comida en su plato como si no había pasado nada. Sé que muchos de los que estaban observando la situación como yo se sintieron indignados e impotentes.
Estoy seguro que cualquier niño puede crecer y desarrollar una vida plena sin necesidad del maltrato, esa no es una forma de enseñar, y lo digo con toda la propiedad porque siempre he vivido en armonía, paz y amor, crecí en una familia amorosa que me educó con el corazón y la conciencia.
Ojalá muchos padres puedan leer esta publicación y meditar sobre el tema, porque sólo ellos pueden hacer la diferencia. Y no niego el hecho que hay momentos en los que los padres deben reprender y aleccionar, pero no a los gritos, no humillando y menos golpeando.
Ojalá muchos padres puedan leer esta publicación y meditar sobre el tema, porque sólo ellos pueden hacer la diferencia. Y no niego el hecho que hay momentos en los que los padres deben reprender y aleccionar, pero no a los gritos, no humillando y menos golpeando.
WM